miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lo realmente importante nunca se borra.

Siempre tuve la estúpida esperanza de confiar en que algún día regresarías. Hasta que al fin ocurrió.

Desde que lo nuestro murió deseaba establecer una conversación de ese tipo contigo. Aunque haya sido en el peor momento, sabes que nunca pude cerrar el cajón enteramente por el simple remordimiento de culpa que pesaba en mis adentros. Y ahora... Bueno, ahora estamos bien así.

Pero sigue dando pena que aquello se pudriera de esa forma. Aunque, más pena me da a mí haber sido la causante de tal asesinato.

Maté algo que únicamente regaba nuestras vidas. Maté la ilusión de cada día, maté esa estúpida sonrisa al despertar y ser conscientes de algo: que tú y yo estábamos juntos. Maté sueños, momentos, recuerdos, esperanzas, vistas a un futuro... Y, para colmo, me quejo de esta condena perpetua a la que estoy condenada, mientras que es lo mínimo que puedo merecer.

Lo único que me salva del homicidio es que siempre fuiste capaz de perdonarme. Y fíjate cuán irónico es el destino: desde un principio te dije que estaría eternamente agradecida de aquella foto (que lo sigo estando) y hoy, que ya hemos más que traspasado el final de esta historia, te declaro estar eternamente agradecida de tu perdón.

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