Cada día estoy más convencida de que no puedo decantarme por algo o por alguien. Soy dependiente, pero no de algo fijo. Necesito depender de varias cosas y lo vine a descubrir aquel sábado 30 de marzo por la noche, cuando me encontraba sola en aquel avión con ese desconocido tan maleducado que no fue capaz ni de decir "buenas noches, ¿está ocupado este asiento?". Es magnífico viajar por la noche, cuando ves la isla que te vio nacer y crecer (tu isla) iluminada. ¡Parece incluso más bella de lo que ya es!
Pero bueno, a lo que iba... Te has pasado toda tu vida disfrutando de ella, pero deseando alcanzar la libertad. Y ahora que al fin la tienes, ¿para qué la necesitas? ¿Realmente te hace ser mejor persona? Tal vez puedas hacer cosas que antes no podías, tal vez ahora puedas descubrir cosas que siempre te habían ocultado... Ser libre no implica ser feliz. Aunque yo sí lo soy.
Tengo los mejores padres del mundo, un hermano a muchísimos kilómetros de mí al cual he admitido que le quiero con locura, tengo la mejor amiga que todos desearían tener, tengo una familia muy reducida (pues con el tiempo apartas todo lo malo, y entre eso muchas veces se encuentra tu propia familia) pero con un corazón impresionante, tengo las amigas y amigos con los que las horas de los paseos y de las fiestas se pasan como segundos... ¿Cómo no voy a ser feliz sabiendo que tengo todo esto? ¡No estoy sola!
Pero el problema es elegir. Yo no puedo elegir blanco o negro, Lanzarote o Tenerife, tú o él, cachimba o vodka, el amor o el odio... No puedo, porque necesito de todo.
Estoy aquí disfrutando, pero en cuestión de un mes estaré tirada en el suelo llorando y hundida por los exámenes deseando volver a casa. Pero si estoy allí, sé que también necesitaré volver a aquí, a independizarme temporalmente de nuevo. Y así con todo en esta vida. Ni sí ni no. Ni esto ni lo otro.
En el fondo, ¿qué tiene de malo ser feliz con pequeños detalles que tomas de aquí y de allí, de este y de aquel...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario