domingo, 6 de octubre de 2013

Sobrevivimos escribiendo.


Puede que no entiendas estas letras,
o puede que no comprendas esta reflexión.
O las dos cosas, no lo sé.

Pero, ¿y si te digo que es como una vela,
que la enciendes y,
aunque sepas que se acabará
o durará un preciso tiempo,
sabes que vale la pena dichas consecuencias?

Y que, como siempre, acabarás consumido.

Bien, ya nos vamos entendiendo.

Pues así ha sido, es y será.

Conocemos, conectamos, suponemos,
dudamos, decidimos, actuamos,
arriesgamos, disfrutamos, vivimos
y sufrimos.
Todo por ese orden.

Y es que no hay peor frío
que la ausencia de un abrazo.

No hay peor soledad
que la falta de tus miradas
y la falsa ilusión de que otras actúen.

No hay peor castigo
que no saber de ti.

No hay peor remordimiento
que remontarme cuatro meses atrás
y acto seguido volver aquí,
a esta cama que le falta todo.
Lo mismo que me falta a mí.

No hay peor enfermedad
que no tener la mejor medicina
para sanarme:
es decir, tus besos.

Creo que todos saben de lo que hablo.
Y los privilegiados,
los afortunados que "no se pueden quejar",
también pueden entenderme.

Y ánimo.
Ánimo cuando llegue ese momento.
Porque no es fácil, ni rápido.

Cuesta volver a confiar,
a ilusionarse,
a tener esperanzas.

Cuesta volver a tragarte las promesas que,
cual veneno,
te van inyectando poco a poco
y así es como sobrevives día a día.

Pero mejor no te digo cómo se sobrevive sin nada...

Así que toca esperar.
Túmbate en la cama,
coge un papel y un bolígrafo,
una taza de café y el primer cigarrillo que encuentres.
O las colillas de anoche.

Al fin y al cabo,
escribir es una forma de vivir.
¡Y qué bonita!

No hay comentarios:

Publicar un comentario