sábado, 9 de marzo de 2013

Diez de marzo.


Cada día me impresiona más el ser humano. Cuando debemos pensar, no lo hacemos. Y en cambio, cuando no debemos pensar… Lo hacemos. Muchas veces incluso lo hacemos por inercia.
¿Qué se supone que se tiene que pensar ahora, a estas alturas? ¿Ahora, cuando ya hace un año de lo ocurrido? Dime, ¿qué no has pensado hasta ahora que no lo hayas hecho ya?
En ocasiones me arrepiento de lo ocurrido. Incluso llego a ser tan idiota que pienso que he sido la responsable de todo esto. O tal vez es que soy idiota. Y también puede ser que sea la responsable. No lo sé, y tampoco quiero saberlo porque ya no vale la pena. El caso es que, ¿quién tuvo la culpa? ¿Yo por perder los nervios y mandar a la mierda todo (como suelo hacer habitualmente: me bloqueo y al carajo) o tú por no haber insistido, por no haberme calmado, por no haber luchado y haberme demostrado que te importaba? He abierto un gran debate, lo sé.
No me gusta hablar abiertamente sobre este tema, pero ya que estamos (y como dicen que “una vez al año no hace daño”)… Claro que te he echado de menos. Y no sólo eso: te he necesitado. En millones de ocasiones. He necesitado tus palabras, tus abrazos, tu confianza depositada en mi pesimismo, tu apoyo… He tenido a los de siempre, y gracias a ellos no estoy enterrada. Pero créeme que no hubo mejor “mano” para levantarme que todo lo que tú me aportabas. Mas todos nos acabamos acostumbrando a lo que nos venga… Y yo, ya me he acostumbrado a estar sin ti. Al principio he de admitir que me costó mucho, pero… ¿Qué podía hacer? Nada. Con el tiempo lo fui asimilando.
Todo lo que sube, baja. Y todo lo que viene, va. El problema es que muchas veces, queremos apoderarnos de lo que nos llega. Y a la hora de marcharse… ¡Qué mal lo pasamos!
Como dijo el gran poeta Pablo Neruda: “Es tan corto el amor, y tan largo el olvido…”. Y nunca mejor dicho.



Yo hace tiempo que me quedé en esta calle sin salida.  

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