Cada
día me impresiona más el ser humano. Cuando debemos pensar, no lo hacemos. Y en
cambio, cuando no debemos pensar… Lo hacemos. Muchas veces incluso lo hacemos
por inercia.
¿Qué se
supone que se tiene que pensar ahora, a estas alturas? ¿Ahora, cuando ya hace
un año de lo ocurrido? Dime, ¿qué no has pensado hasta ahora que no lo hayas
hecho ya?
En
ocasiones me arrepiento de lo ocurrido. Incluso llego a ser tan idiota que pienso
que he sido la responsable de todo esto. O tal vez es que soy idiota. Y también
puede ser que sea la responsable. No lo sé, y tampoco quiero saberlo porque ya
no vale la pena. El caso es que, ¿quién tuvo la culpa? ¿Yo por perder los
nervios y mandar a la mierda todo (como suelo hacer habitualmente: me bloqueo y
al carajo) o tú por no haber insistido, por no haberme calmado, por no haber
luchado y haberme demostrado que te importaba? He abierto un gran debate, lo
sé.
No me
gusta hablar abiertamente sobre este tema, pero ya que estamos (y como dicen
que “una vez al año no hace daño”)… Claro que te he echado de menos. Y no sólo
eso: te he necesitado. En millones de ocasiones. He necesitado tus palabras,
tus abrazos, tu confianza depositada en mi pesimismo, tu apoyo… He tenido a los
de siempre, y gracias a ellos no estoy enterrada. Pero créeme que no hubo mejor
“mano” para levantarme que todo lo que tú me aportabas. Mas todos nos acabamos
acostumbrando a lo que nos venga… Y yo, ya me he acostumbrado a estar sin ti.
Al principio he de admitir que me costó mucho, pero… ¿Qué podía hacer? Nada.
Con el tiempo lo fui asimilando.
Todo lo
que sube, baja. Y todo lo que viene, va. El problema es que muchas veces,
queremos apoderarnos de lo que nos llega. Y a la hora de marcharse… ¡Qué mal lo
pasamos!
Como
dijo el gran poeta Pablo Neruda: “Es tan corto el amor, y tan largo el
olvido…”. Y nunca mejor dicho.
Yo hace
tiempo que me quedé en esta calle sin salida.
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