jueves, 3 de enero de 2013

Resurrección.

Sinceramente tengo motivos suficientes por los que estar perdiendo el tiempo, llorando y arrepintiéndome de hechos cometidos. Afortunadamente, me considero lo bastante inteligente como para saber que eso es lo que no debo hacer, que ahora es cuando me reiré de ti (y si puedo, en tu propia cara) y que aunque esté cansada ya de esta montaña rusa que llamamos vida, asumiré los bajones y disfrutaré cual extasiada de las subidas.

No hay tiempo que perder, el tiempo es muy breve y hay que exprimirlo al máximo multiplicado por mil.

Tal vez era esto lo que necesitaba para tomar esta decisión y volver a ser "positiva". Un tiempo aquí, en la tierra que me vio nacer y crecer, la que sabe que no le podría faltar y que tarde o temprano resucitaría. Necesitaba este calor insoportable y el viento tocándome... La moral, sí. Y por supuesto, necesitaba también esas montañas secas, esas casas blancas sin tejas, esas carreteras que necesitan reformas, etc. ¡Y por último, pero primordial! A mi familia.

Elena ha vuelto, señoras y señores. Ha vuelto para comerse el mundo, para dejar las cosas claras, para reír, llorar, para poner los puntos sobre las íes, para seguir estando aquí con los que siempre han estado conmigo, y para miles de cosas más. ¿Que volveré a estar enterrada y que no soy invencible? Soy la primera en saberlo y en admitirlo. Pero lo que sí tengo claro que soy, es una cosa: guerrera. Tal vez yo tarde en ganar una batalla meses y meses, o incluso años... Pero la gano.


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