Mi problema.

Un solo minuto con ella, ellas o con todos ellos, me sirve para reponer todas las energías que se me han agotado en el día a día. Desaparece todo lo malo, y las tiernas miradas, sonrisas y carcajadas se apoderan de mi alma, dejándola totalmente pura, limpia y poderosa para luchar contra cualquier obstáculo, sea grande o pequeño.

El problema es que cuando me encuentro sola, sin ella, ellas ni ellos, me vuelvo nuevamente pequeña. Y no es la fuerza quien reina, sino la ausencia. La ausencia de todas esas grandes personas que entraron en mi vida y que, aunque algunos se hayan ido corporalmente, siguen en mi corazón. Porque no quiero que se vayan, y otros casos, lamentablemente, porque no puedo hacer que se vaya. Porque por más que intente que los recuerdos, las palabras, los gestos, las miradas y muchos más detalles se despeguen de mí, no puedo... Y de verdad, créanme que lo intento. Días enteros, mañanas, tardes y noches intentándolo. Porque me encantaría tener un aparato que poniendo el día, el mes y el año, pueda volver a esos pequeños instantes. Miles de lugares que piso, y miles de momentos que me vienen a la mente. Y con ellos, todas esas personas que los hicieron especiales. Me faltan muchas cosas, entre otras: el abrazo cálido de mis abuelos, la sonrisa contagiosa de Iván, el "te quiero, princesa" de quien ya no es mío, el "siempre juntas" roto desde hace años de todas ellas...

Y es en esos momentos, estando sola, cuando me acuerdo de cosas como esas. En realidad, me acuerdo en cada momento pero, no sé... Con ella, ellas y ellos, todo lo malo siempre acaba desapareciendo. Y, ¿sabes?  Puede que esté más mal que bien, porque el tiempo con dichas personas suele ser corto, lamentablemente... Pero te juro por mi vida, que todos esos pequeños momentos valen la pena. Que daría lo que fuera por poder repetir constantemente todos esos momentos en los que las penas se olvidan, y sobre todo, daría lo que fuera porque todo esto siga así, que no cambie... Al menos por esta vez.