Noches frías, de lágrimas, de pensamientos. Noches de hablar frente a un espejo. Noches en las que ni la luna quiere salir, tampoco tiene ganas. Noches en las que las estrellas se ven más pequeñas de lo habitual. Noches perfectas para ladrones, y amargas para los filósofos.
Noches que empiezas buscando una respuesta a todo, llega el amanecer y sigues igual que como al principio. O peor; con unas ojeras impresionantes, un cansancio agotador, tu gata preocupada porque entiende que las lágrimas no son cosa buena y un café agridulce debido a la mezcla producida por tus lágrimas y el azúcar. "Estuve toda la noche estudiando, mamá", ¿parece una excusa perfecta?
Y el resultado de esa larga noche, es:
"Gracias y disculpa. Gracias, por haberme hecho tan feliz. Disculpa, porque nada sea como antes..."
Otra vez la misma necesidad de volver al pasado y parar el tiempo... Qué alegría si las cosas fuesen así de fáciles.
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