Llevo dieciocho años oyendo esa frase, y después de tantos años, es ahora cuando puedo admitir que sí, que tiene toda la razón del mundo. No pongo la mano en el fuego, pues es obvio que el 100% de las veces no siempre es cierta, ya que siempre hay una excepción para todo... Pero, evitando mi espeso pesimismo, lo afirmo.
Nada más ni nada menos que ocho meses... Llevo ocho meses con dolor de cabeza. Ocho meses con muchas cuestiones en mi mente. Ocho meses callada en muchos aspectos. Ocho meses sin saber qué hacer, si parar o seguir, pero que aún así jamás desistí. Ocho meses de altibajos. Ocho meses de abundantes lágrimas, rabia, estrés, agobio... Ocho meses con la necesidad de ir dos horas a correr con tu mejor amiga mientras escuchas música sin dirigirle ni una sola palabra, porque estás centrada en tu mundo de dudas, de inseguridad, de desconfianza. Ocho meses de constantes enfados y malas contestaciones. Ocho meses de miradas asesinas y de silencio. Ocho meses de "me vuelves a contestar así, y se te acaban las salidas". Sí, se podría decir que estos ocho meses han sacado mi peor lado, mi "lado oscuro"... Mas también han sacado mi mejor lado.
No sabía que al final podría conseguirlo. Llevo deseando este momento desde que tenía apenas 8 meses, e incluso quizás menos... He estado a punto de tirar la toalla, de abandonar la batalla, de darme por vencida. A todo esto hay que sumarle mi ser negativo y pesimista. En cambio, ¿qué he hecho? He seguido en mitad de la carrera. Secándome y bebiéndome las lágrimas. Mordiéndome los puños de las manos, controlándome.
Gracias, 2º de Bachillerato. Porque a pesar de haberlo pasado mal, he aprendido muchísimo durante estos ocho meses. Y es que no hay mejor trofeo, que el resultado que he conseguido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario