sábado, 21 de noviembre de 2015

12

Nunca una mirada hizo tanto en mí. Pocas son las personas que me entienden, pero es que nunca me cansaré de decir que lo nuestro estaba escrito. Que lo nuestro son las respuestas a todas esas preguntas que en algún momento nos habíamos hecho sin conseguir réplicas.

El final de la noche del 11 de agosto del 2015 y el comienzo del 12 se resume en tímidas miradas que hacen de apoyo a bocas temblorosas que casi no atinan a pronunciar palabras, pequeños acercamientos en los que tanto tú como yo deseábamos que se convirtieran en "piel con piel", sonrisas, carcajadas y bromas que comenzaban a producir confianza, intercambios de números, una partida al billar en la que estábamos más atentos a lo que pasaría entre nosotros que a la propia partida en sí, tristes confesiones que desembocan en abrazos reconfortantes, una frase ("Tu mirada me transmite todo aquello que he buscado siempre. Puedes pensar que estoy loco, pero te juro que nunca he estado tan seguro de lo que te voy a decir: quiero conocerte"), una promesa ("Nos conoceremos"), un beso y, más adelante, un "mañana nos vemos".

Prometo que esa noche, a diferencia de otras ocasiones, nunca había desconfiado tanto. Cansada de tantas desilusiones, de tantos "Ya hablamos" que se convertían en desapariciones de personas que te han querido a ratos, de pronto aparece una persona que de verdad (y con sólo verme) tuvo claro qué quería conmigo y, evidentemente, cuesta creer que fuese cierto.

Mas a raíz de todo lo anterior, todo lo que vino después confirmó que verdaderamente ha valido la pena seguir confiando y apostar por un o todo, o nada. Y está siendo todo. Ahora creo que no habrá mejor lienzo que tu espalda, que no habrá mejor abrigo que un simple abrazo tuyo, que nunca habrá un mejor silencio que el que forman tus labios con los míos...

Al final tanta espera tuvo su recompensa. Y sólo espero que me dure(s) para siempre.

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