Un día con el tiempo justo, pero bien empleado. Un día para seguir aprendiendo y descubrir qué clase de gente sigue habiendo a mi alrededor. Un día para cuestionarme qué quiero, si soluciones o dejar de hacerme preguntas. Pero creo que lo segundo es científicamente imposible.
Sigo sin entender por qué todo tiene que acabar tan pronto.
Como el cigarro de antes de dormir.
2:00 am. Me siento en el portal y me fumo un cigarro. O me esfumo yo, que es lo mismo: porque la verdad que últimamente me consumo de una manera sorprendente.
Y muestro mi peor lado, esta histeria que llevo adentro de tantos altibajos, de tantas desilusiones y de tanto cansancio psíquico. Y de tantas preguntas sin respuestas, como siempre.
Aunque, en fin... Eso es lo de menos: hay preguntas que no tienen respuesta.
El caso es que, ¿qué estamos haciendo mal?
No sé cómo pude dejar en manos de un asesino algo tan importante como mi corazón.
A veces, aparece alguien que nos hace perder el norte (e incluso el sur) y sin darnos cuenta le quita todo el sentido que tiene nuestra cordura, y quedamos así... Locos, desnudos y perdidos.
Ahora entiendo tu detalle de regalarme un caramelo en nuestra última cita... Planeaste a la perfección el atraco a mano armada de mi corazón, y te quedó algo de solidaridad en tu corazón para regalármelo y que mi superación de la amargura que has dejado fuese más sosegada... Gracias, supongo.
Y por un momento, me planteo mandar un mensaje. ¿Quién sabe? Tal vez estabas operativo en ese momento, y te podías llevar la ilusión de ver que he ido detrás de ti cual perro abandonado por su dueño (casi lo mismo) a hablarte. Pero no... Reacciono a tiempo y decido que mejor será acabarme el cigarro e irme a dormir. Bueno, a dormir o a ser cómplice del insomnio.
Porque ese no es el único problema... El problema es ser consciente de lo triste que es querer y no poder. Porque cuando al fin encuentras algo que te agrada al 100%, que te está ayudando a sobrevivir en este caos... No puede ser, y cuando no puede ser no se puede hacer nada. Y hay que aceptarlo, aunque cuesta y duele demasiado.
Y ya quisiera yo pertenecerte o tener la suerte que tiene ella. O qué sé yo, a veces no sé qué pienso ni por qué lo hago.
¿Cómo se puede tener calma en un ataque de histeria? ¿En qué fallamos más: en no dejar de preguntarnos cosas obvias o en ilusionarnos tan rápido?
Otra entrada más que solo yo podré entenderla. Y luego me quejo si me llaman loca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario