lunes, 9 de septiembre de 2013

Go.

"20:20 en el reloj y el corazón encogido. Varios minutos antes besos y abrazos a mamá, papá y al 'imbécil' (como acostumbra llamarle). Y a la pequeña de la casa, claro.

Las 20:20 y hacía justo un año y dos días que había repetido la misma escena, aunque no en las mismas circunstancias ni con los mismos personajes de la historia. Las 20:20 y ella allí, sentada en ese pequeño sillón rojo. Y al fin, después de tantos suplicios, un viaje en el que no tenía al típico señor mayor, padre de familia, niño molesto, etc, al lado... Se pregunta qué mejor compañía se podrá tener en un avión que la ventana al lado y el corazón alimentado.

La azafata da la bienvenida a los pasajeros, les desea un agradable vuelo y toda esa mierda que suelen soltar, porque al fin y al cabo no es más que un mensaje para que te lo creas, para que no seamos tan catastróficos pensando en que puede ocurrir algo malo. Y claro, si ese mensaje te lo acompañan con unos frutos secos en verano y unas chocolatinas (lo único bueno que tiene esa compañía) en estaciones más gélidas, el resultado es satisfactorio... Sales del avión incluso dándole las gracias y deseándole una buena mañana/tarde o buena noche a la azafata. Y me lo creo porque me lo ha dicho ella, que se sabe el recorrido de Lanzarote a Tenerife y viceversa a la perfección.

El avión comenzó a pasear por la pista, y ella ya no estaba para paseos, que bastante se había gozado ese verano...

El cielo se encontraba naranja, y por un momento pensó que ardía por su ida. Eso, o que había explotado algún volcán... Pero no, ninguna de las dos cosas. Simplemente era el atardecer más hermoso que había visto en sus diecinueve años de vida. Y tenía que apreciarlo allí sola, encerrada en un avión en el que las dimensiones de la ventana casi eran más pequeñas que las de su propia cabeza. Y siempre ha dicho que es muy cabezota, así que imaginaos...

Y de repente, velocidad. Eso era lo que necesitaba. 'Que despegue, que despegue ya o soy capaz de romper esta ventana y cometer una locura de la que no me quiero arrepentir...' repetía en su interior. Y así fue, despegó. Como también despegaron algunas lágrimas revoltosas de sus ojos.

'Cierto, el Teide es muy admirable... Pero a mí que no me digan que estas montañas secas no son igual de admirable o incluso más que el mismísimo Teide, aunque no le lleguen ni a la cuarta parte de su altura' y muy cierto es, sí...

Pequeños pueblos iluminados por las farolas de cada calle. Pequeños pueblos que no alzan la voz ni a la de tres. Pequeños pueblos que no se rebelan, que no se animan a que seamos más. Pero todos y cada uno de ellos especial, a pesar de las adversidades. Y el mar... Tan turbulento y agitador como siempre. Él sí que se rebela, aunque muchas veces no lo tengamos en cuenta.

Y así, en el aire y observando la tierra y el mar, es como dio un ligero vistazo a su vida, un breve recuerdo del verano recién vivido, y también fue como lanzó una esperanza al aire de que lo que venga sea igual de bueno.

Comprendió que tiene que renegar de ciertas cosas: de dedicarles tiempo a ellos, de seguir enamorándose de él, de echarse la siesta con el padre después de comer o ver cada Fútbol Club Barcelona con su compañía, de discutir con la madre y con el hermano (que al fin y al cabo es lo que le da vida), de ir a su pueblo a desconectar... Y sabe perfectamente que tiene que renegar de todo eso porque hay tiempo para todo, y ahora le toca volver a la apreciada rutina, a esa ciudad, a ese ambiente, a ese clima, a esas personas, a esos lugares (y que tampoco se está tan mal, oye, por no decirte fenomenal).

Porque sabe que lo vivido ha sido bueno, pero, ¿y el futuro? Aún puede ser mejor".

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