jueves, 2 de mayo de 2013

Inevitable.

Lo tengo más que comprobado: es inevitable.

Por más que pasen los días y cada vez me encuentre mejor en esta nueva isla, en esta experiencia increíble, es inevitable olvidar lo que siempre he tenido. Es inevitable no pensar ni un sólo día en algún lugar de allí, donde he vivido y he compartido tantos momentos con personas esenciales en mi vida... Es automático, porque el corazón y la mente están unidos. Y por más que quieras que la mente deje de funcionar y el corazón siga sintiendo, por más que incluso decidas vendarte los ojos y conectar tu ordenador a unos altavoces inmensos donde suene tu lista de reproducción preferida; no lo podrás evitar.

Siempre querrás volver allí, ahora o después. Siempre habrá un momento en el que ni el lugar más precioso y relajante que conozcas te haga reflexionar y aclarar tus pensamientos mejor que alguno de allí.

Porque para encontrarte, para aclarar tus ideas, pensamientos, sentimientos, etc, siempre tendrás que recurrir a los recuerdos del pasado. Siempre tendrás que preguntarte por qué antes sí y por qué ahora no. Y convertir el no actual en un sí. (Y por supuesto, alimentar a ese sí, no dejar que muera, porque entonces te habrás vuelto a perder). Admite que el pasado ya no será presente, que lo que pasó no volverá a pasar, pero el pasado siempre te valdrá para algo: para darte cuenta de las cosas y para mejorar.

Ojalá todo fuese como hace años... Lo sé, ojalá... Pero al menos aprovecha a las personas que sigues teniendo, porque puede que en breve no puedas tenerlas. Y sobretodo, escápate algunos días a tu querido hogar, al verdadero, al que siempre ha estado contigo. Y recuerda, vive, siente, sonríe y llora de felicidad... Disfruta de esos pequeños momentos antes de que empieces a echarlos de menos.

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