sábado, 9 de julio de 2011

Ya no quiero jugar más contigo.

Pero un día llegó con ganas de jugar a ese típico juego, en el que una persona se pone detrás de otra (la que tú quieras, la que tú elijas) y ésta otra tiene que dejarse caer de espaldas, para que el que esté detrás te sujete y sepas que puedes confiar en él/ella. ¿Jugamos? ¡Claro! ¿Por qué no? Nunca he desconfiado de ti pero... Sí, claro que quiero jugar. Rápidamente nos colocamos, le digo: No me falles, ¿eh? ¡Atento! Nos preparamos, me dejo caer y... ¡PLAF! Vaya... ¿qué ha pasado? Me doy la vuelta buscando una explicación, pero no la hallo. Bueno, sí. Que sin más se ha ido. Y me dejó ahí, sentada en el piso. Con un dolor impresionante. Pero no, no es que me haya dolido la caída. Lo que más me ha dolido, ha sido que me haya dejado ahí, sola. Miro a mi alrededor, y es que todos tienen a alguien. Yo también, también tengo a alguien muy importante en mi vida. Pero ahora mismo no se encontraba ahí. ¿Cómo has podido dejarme ahí, sola, tirada en el piso? ¿Ni siquiera has sido capaz de decirme: "perdón"? ¿O al menos de darme la mano, ayudarme a levantar e irte sin más? No comprendo por qué lo has hecho. Y tampoco comprendo cómo llegaste a ser una persona importante en mi vida.


A veces, al elegir nuestro camino no nos damos cuenta de que hay piedras malas. No te preocupes por eso, preocúpate por quitarlas. Tarde o temprano; te duela o no te duela... Siempre es lo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario